Georg Friederich Heandel estaba de visita en casa de una dama. En medio de la conversación, empezó a ladrar el perrito de la señora. Sin vacilar, Haendel cogió el perro y lo arrojó fuera de la habitaión.
-Pero, maestro, ¿por qué hacéis eso? -pregunto indignada la dama.
A lo que heandel respondió:
-¡Desafina al ladrar!
lunes, 27 de abril de 2009
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2 comentarios:
¡¡Ufff!! Es terrible tener tan buen oído ¿no? Después de eso no sé si la gente se atrevería a abrir la boca en su presencia.
Cariños de una desafinadora sin remedio
Pues si. Sinceramente, yo nunca hablaría en su presencia, no me gustaría que me pasara como al perrito.
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